La Pasión de Cristo. Por Félix José Hernández.
París, Viernes Santo de 2016.
Mi recordada Ofelia,
Ahora, al regresar de misa, me viene a la mente lo ocurrido en este mes hace unos años.
La película “La Pasión” , que cuenta las 12 últimas horas de la vida de Cristo, fue estrenada en 500 cines el miércoles anterior al Domingo de Ramos en Francia, pero fue prohibida para menores de 12 años.
La prensa en general había sido muy negativa debido, según ella, a las escenas de violencia, flagelación, crucifixión, etc. Por tal motivo, se dedicaron en los diferentes periódicos varias páginas de críticas casi siempre muy duras.
Sólo Le Figaro, periódico de centro derecha, estimó que La Pasión: « Es una gran obra, por la profundidad de su pensamiento y la belleza de su estructura interna ». Hay que agregar que este filme para muchos tiene un pecado original: ¡Es una película americana!
Seguidamente, los obispos católicos la censuraron oficialmente, calificándola de potencialmente antisemita y de ser una distorsión de las enseñanzas cristianas. La Conferencia Episcopal Francesa declaró que Mel Gibson, había realizado una cinta que « podría no ser antisemita, pero que podría utilizarse para respaldar opiniones antisemitas». El entonces cardenal de París, Monseigneur Lustiger expresó también su disgusto por la película.
Dos días después, la justicia gala rechazó un intento de tres hermanos judíos para prohibir la película. Ellos denunciaron que el filme podía incitar a más violencia antisemita en un país que se esfuerza por contenerla. Este fue el único intento legal por impedir que el público francés pudiera ver la ya entonces célebre obra de Gibson.
Por su parte, los obispos galos dijeron en su comunicado a la prensa: « La violencia , que abruma al espectador, acaba borrando el significado de la pasión y la esencia de la persona y el mensaje de Cristo: el amor llevado a su perfección por la entrega voluntaria de uno mismo».
Casi todos los medios de comunicación masiva galos hicieron todo lo posible para que no fuéramos a ver «LaPasión». La película siguió siendo calificada como violenta, antisemita, distorsionadora de la Biblia, racista, producto típico de Hollywod del «integrista católico» Mel Gibson, etc.
Pero… el Domingo de Ramos fuimos a ver “La Pasión”. ¡Magnífica, sublime, emocionante! La muchacha que estaba al lado mío se pasó todo el tiempo llorando, mientras que la señora que estaba al lado de mi esposa rezaba.
Durante las terribles escenas de la flagelación y de la crucifixión mi esposa se cubrió el rostro con las manos y yo casi saltaba del asiento a cada latigazo. Las escenas de recuerdos de la niñez de Jesús y sobre todo las de la Cena del Jueves Santo son de una belleza incomparable, parecen reproducciones de cuadros de La Tour.
La Resurrección es de una luminosidad increíble. Los primeros planos del rostro de Jesús y de María, así como las miradas de Jesús cargadas de perdón, hacen sentir una emoción muy profunda.
Por otro lado, la fotografía y la música ponen de relieve, con matices extraordinariamente hermosos, la historia de ese día dramático. La plebe desencadenada en ese mitin de repudio, el más célebre de la historia de la humanidad, no te hacen aborrecer a los judíos ni a los romanos, sino a la histeria colectiva y la manipulación de las hordas plebeyas.
Antes de ir a ver la película mi esposa y yo no éramos antisemitas y ahora no lo somos tampoco. Al terminar ese excelente filme, el público que llenaba totalmente la gran sala parisina del Cinéma UGC Forum se puso de pie y lo ovacionó.
Al salir a la calle, sólo pensaba en rezar para que Dios nos perdone a todos los pecadores, como lo ha hecho desde ese Viernes Santo del año 33.
Unos meses después salió a la venta el DVD y hoy Viernes Santo, como en los últimos, la volveré a ver. ¡No te la pierdas!
Un gran abrazo para ti y mil gracias a… Mel Gibson.
valfort.liberte@wanadoo.fr
El Cristo de la Buena Muerte. Por Félix José Hernández.
París, 24 de marzo de 2016.
Mi recordada Ofelia,
NO CREO QUE PUEDA ENVIARTE ALGO MÁS APROPIADO EN ESTA SEMANA SANTA DE 2016, que la célebre poesía de José María Pemán.
El Cristo de la Buena Muerte.
¡Cristo de la Buena Muerte, el de la faz amorosa, tronchada como una rosa, sobre el blanco cuerpo inerte que en el madero reposa.
¿Quién pudo de tal manera darte esta noble y severa majestad llena de calma? No fue una mano: fue un alma la que talló tu madera.
Fue, Señor, que el que tallaba tu figura, con tal celo y con tal ansia te amaba, que, a fuerza de amor, llevaba dentro del alma el modelo.
Fue, que, al tallarte, sentia un ansia tan verdadera, que en arrobos le sumía y cuajaba en la madera lo que en arrobos veía.
Fue que ese rostro, Señor, y esa ternura al tallarte, y esa expresión de dolor, más que milagros del arte, fueron milagros de amor.
Fue, en fin, que ya no pudieron sus manos llegar a tanto, y desmayadas cayeron… ¡y los ángeles te hicieron con sus manos, mientras tanto!
Por eso a tus pies postrado; por tus dolores herido de un dolor desconsolado; ante tu imagen vencido y ante tu Cruz humillado, siento unas ansias fogosas de abrazarte y bendecirte, y ante tus plantas piadosas, quiero decirte mil cosas que no se cómo decirte…
¡Frente que, herida de amor, te rindes de sufrimientos sobre el pecho del Señor como los lirios que, en flor, tronchan, al paso, los vientos!
Brazos rígidos y yertos, por tres garfios traspasados que aquí estais; por mis pecados para recibirme, abiertos, para esperarme, clavados.
¡Cuerpo llagado de amores,! yo te adoro y yo te sigo; yo, Señor de los señores, quiero partir tus dolores subiendo a la cruz contigo.
Quiero en la vida seguirte, y por sus caminos irte alabando y bendiciendo, y bendecirte sufriendo, y muriendo bendecirte.
Quiero, Señor, en tu encanto tener mis sentidos presos, y, unido a tu cuerpo santo, mojar tu rostro con Ilanto, secar tu llanto con besos.
Quiero, en santo desvarío, besando tu rostro frio, besando tu cuerpo inerte, llamarte mil veces mio…
Y Tú, Rey de las bondades, que mueres por tu bondad muéstrame con claridad la Verdad de las verdades que es sobre toda verdad.
Que mi alma, en Ti prisionera vaya fuera de su centro por la vida bullanguera; que no le Ileguen adentro las algazaras de fuera; que no ame la poquedad de cosas que, van y vienen; que adore la austeridad de estos sentires que tienen sabores de eternidad; que no turbe mi conciencia la opinión del mundo necio; que aprenda, Señor, la ciencia de ver con indiferencia la adulación y el desprecio; que sienta una dulce herida de ansia de amor desmedida; que ame tu Ciencia y tu Luz; que vaya, en fin, por la vida como Tú estás en la Cruz: de sangre los pies cubiertos, llagadas de amor las manos, los ojos al mundo muertos, y los dos brazos abiertos para todos mis hermanos. Señor, aunque no merezco
que tu escuches mi quejido; por la muerte que has sufrido, escucha lo que te ofrezco y escucha lo que te pido:
A ofrecerte, Señor, vengo mi ser, mi vida, mi amor, mi alegria, mi dolor; cuanto puedo y cuanto tengo; cuanto me has dado, Señor.
Y a cambio de esta alma llena de amor que vengo a ofrecerte, dame una vida serena y una muerte santa y buena. ¡Cristo de la Buena Muerte!
José María Pemán, el renombrado poeta español, nació en Cádiz el 8 de mayo de 1897. A los veintitrés años se doctoró en Leyes e ingresó en la Academia Hispanoamericana de Cádiz. A los treinta y siete entró como académico a la Real Academia de la Lengua. Fue llamado por el Sr. en 1981 desde su ciudad natal.
Un gran abrazo, deseándote unas muy Felices Pascuas de Resurrección en unión de todos tus seres queridos, desde estas lejanas tierras de la Vieja Europa,
valfort.liberte@wanadoo.fr
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