Comunicado de Prensa de Cambio Cubano. Por Eloy Gutiérrez Menoyo.
De la Sucesión y el Futuro 4 de agosto de 2006, La Habana
Ante el anuncio oficial en torno a la seriedad de la salud de Fidel Castro, hago votos por su mejoría y pronta recuperación. Como se conoce, Fidel y yo estamos separados diametralmente por su concepción de la historia y mi visión de la democracia, razón que nos ha colocado en extremos del espectro político.
No obstante ello, preocupado enormemente por la situación del país, me toca como adversario leal enfundar momentáneamente el sable de la lucha política y levantarme sobre los escombros, los desaciertos y las diferencias que nos distancian a ambos. El diálogo civilizado puede traer soluciones que no se consiguen con la mera desaparición de un adversario. He dicho, y hoy repito, que la participación de Fidel en el diálogo con la oposición sería muy positiva. Hace tiempo que Cuba nos viene exigiendo a todos la proeza de la reconciliación.
Una nueva coyuntura
La noche del lunes se anunció oficialmente una sucesión ordenada con Raúl Castro al frente. Deseo suerte a esta fórmula encabezada por Raúl. Los acontecimientos coinciden con mi tercer año en la isla, a donde vine con el propósito de iniciar un activismo oposicionista que nunca sería desestabilizador. Como voz que clama en el desierto, recuerdo al gobierno de sucesión que he venido pidiendo derechos fundamentales pero hasta ahora el gobierno ha desoído mis demandas o ha preferido postergar su actuación.
La nueva coyuntura de la sucesión anunciada --transitoria o permanente-- no debe concebirse como una continuación del statu quo, este largo y fatigoso drama que vivimos los cubanos, sino como una hora --grande y propicia-- para iniciar, de manera tan gradual como acelerada, un proceso de cambios profundos y audaces enfilados a fomentar la creación y ampliación de espacios legales para las opiniones y actividades divergentes. Reintegrado o no Fidel al quehacer político, sostenida o disminuida su presencia tutelar, el gobierno ya debe concebir esta situación como una oportunidad para abrir puertas a otros tiempos, para hacer de lo coyuntural una beneficiosa y honda reflexión proactiva, y para traducir con visión y dinamismo las señales de lo imprevisto. Deliberado o no --y esto es algo que desconocemos-- este momento puede convertirse en un llamado a la imaginación.
Los peligros
La urgencia de cambios es irrebatible. Para ignorar esta apremiante necesidad, el gobierno se esconde en el bunker de su retórica y se parapeta en los peligros que se esconden tras el afán hegemónico que proyecta sobre esta isla el gabinete de George W. Bush.
Un retardatario documento de transición para Cuba, producido bajo los auspicios de la actual administración en Washington, en contubernio con factores extremistas del exilio, quebranta las más elementales reglas de convivencia internacional, contraviene el derecho a la soberanía de las naciones civilizadas e insulta con zafiedad la historia y la inteligencia de los cubanos. Al reafirmar nuestro repudio ético, intelectual y anímico ante tan burdo e inconcebible documento, queremos hacer patente también nuestra fe en que la Nación cubana es capaz de apostar por una apertura democrática sin claudicar jamás a su ancestral apego a su soberanía. Que sepa cualquier enemigo de Cuba que nada nos hará negar esta tierra.
Rompiendo el silencio
Nos preocupa hoy más que nunca la crisis que atraviesa el país. El empeoramiento de la de por sí paupérrima canasta familiar pide a gritos los cambios que por la fuerza de la razón habitan en la zona de las aperturas políticas y no en cualquier otra zona ingrávida de las promesas huecas o de la retórica masoquista del partido único. El cubano está más harto que cansado de justificaciones retóricas, así como de los desquiciantes titubeos de aperturas a medias que tantas veces no llegan a cristalizar o que de repente se ven eliminadas de golpe y porrazo.
El cubano no reclama opulencia. No necesita para mejorar su vida fausto o derroche. Pero el cubano sí quiere vivir mejor. Sí merece vivir mejor: tras casi 50 años de permanentes penurias, quiere servir una comida digna en su mesa, quiere comer un aguacate conseguido a un precio razonable que no haga explotar su diminuto presupuesto; quiere calzar a sus hijos; quiere una camisa nueva; quiere una blusa, una nueva cocina; y en su día también querrá un automóvil medianamente decente, para cuyo mantenimiento no se requieran los conjuros de un mago de la mecánica popular isleña.
Mucho de lo que digo aquí lo he dicho antes. Pero en un intento por dar tiempo al gobierno, los últimos meses me han servido para observar e interpretar desde aquí la situación de Cuba en el mundo y para optar por una cautela que no fuese perjudicial a las posibilidades del proceso internacional por el que se reclaman de Cuba más señales de democratización. Quería demostrar de esta manera mi disposición de servir, lejos de cualquier intención de convertirme en un fastidio. En estos momentos, y sobre todo ante la coyuntura actual, me veo obligado a romper el silencio.
Cuba: País sin esperanza
Cuba es hoy --y esto sí es muy triste-- un país sin esperanza. Más que todo lo que le atribula en el orden material, el cubano de hoy es un ser incrédulo, vacío de fe, que contempla sin poder pestañear como las leyes absurdas de la economía estatal amparan con pasmosidad cruel al inversor extranjero y no se dictan leyes encaminadas a desatar y dinamizar el caudal de la creatividad nacional. Impávido, el cubano observa como Euros y dólares marcan el ritmo de "otra" economía, "otro" país al que tristemente él nunca podrá acceder. Se vive en un falso discurso populista, en una mentira judicial y en una falsedad económica. Se toleran y protegen impenetrables parcelas de funcionamiento económico en las que lucran jerarcas del estado, y de las que se ve marginado el ciudadano de a pie. Es una curiosa fórmula de refinar la exclusión del ciudadano para beneficio de una minoritaria casta de privilegiados.
En lo que florece esta esquizofrénica fórmula de capitalismo crudo y desenfrenado, el cubano que aún sostenga alguna fe en el proceso deberá de conformarse con una suculenta dieta de retórica ideológica y la promesa, tibia y utópica, de un supuesto bienestar que llegará, luego de casi 50 años, con la explotación de ciertos recursos como el petróleo, o como resultado de cualquier otra quimera, más o menos factible, pero siempre distante. Para resistir la farsa, la gente se disfraza y el pueblo escenifica. Los más jóvenes se diluyen entre el estupor de una vida hueca y displicente, y el anhelo alucinante de otra geografía, otro rumbo, al que no se le imaginan complejidades.
¿Por qué hemos llegado hasta aquí? ¿Ha sido letargo o ha sido torpeza? Hace unos años, cuando fui recibido por Fidel, le pregunté si verdaderamente deseaba dejar como legado a cada cubano una tarjeta de racionamiento. Le manifesté también que podría llegar el día en que, creyéndose gobernar desde la sede del gobierno, sería El Caos quien estaría reinando en las calles. ¿A dónde se fue el sueño de la Revolución Cubana? ¿Qué queda de ese sueño que pueda salvarse?
Nuevos amigos
Cuba ha hecho nuevos amigos. En un hábil proceso de reinvención dentro del nuevo contexto latinoamericano, el gobierno se ha afanado por insertarse en una nueva corriente de cambios. Sin embargo, esta corriente se unifica en su enfrentamiento a Washington y a los excesos de la globalización, pero se diferencia por la riqueza de sus matices. Hasta sus factores más controversiales han conseguido operar dentro de un marco de legitimidad y un claro común denominador de derechos: no se han creado sistemas de partido único ni se ha dado al traste con la libertad de expresión como ocurre en Cuba.
Lecciones en el espejo
¿Qué decir de la economía de estos países de los que nos sentimos solidarios? No es Cuba la que podría ofrecer el mejor ejemplo: en cada uno de ellos continúa la economía de mercado y la generación de capital no reside exclusivamente en manos del estado.
¿Qué decir de una supuesta forma de gobierno que en su día dijo ser "dictadura del proletariado" y que hoy se comporta como anticuada patronal? Hace falta salir del estancamiento y comenzar a pensar en formas viables de cogestión, empresa mixta, cooperativismo, y, sobre todo, liberación, estimulación y desarrollo del espíritu creativo de la gente. Lo revolucionario es cambiar.
La corrupción
Lo informa la prensa oficial --la única-- y se comenta por todas partes. El país está enfrascado en una tenaz campaña contra la corrupción. Pero se ignora que esta corrupción es producto de la desilusión. La corrupción será imparable hasta tanto no resurja la esperanza. Del pensamiento altruista de hace años se ha descendido a un abismo común de incertidumbre. El “hombre nuevo” se ha vuelto corruptible. No bastan las campañas y sobran las consignas. La corrupción ha dejado de ser un delito para convertirse en un comportamiento. Se ha perdido el aire poético que alentó el proceso revolucionario en sus inicios. La gente sabe que se acosa a los frágiles protagonistas del comercio informal, mientras se acepta la codicia sin límite de unos cuantos privilegiados. La gente sabe que los linderos de la moral se cruzan al antojo de las influencias. La gente sabe que hay parientes de la cúpula que viven entre el encanto irresistible de La Habana--a pesar de sus derrumbes y miserias--y las comodidades y ventajas del extranjero. Se sabe de sobra que unos pocos Euros alivian muchas vicisitudes y cuando el cubano escucha hoy el término "revolucionario" ya sospecha de algo que pertenece a la ficción o a una oscura región de la metafísica.
Un modelo de Estado
No hace mucho, Ricardo Alarcón dijo que Fidel, por su autoridad moral, encarnaba por igual al gobierno y a la oposición. Discrepo respetuosamente de esta reducción hecha por Alarcón. Desde hace demasiado tiempo, Cuba está urgida de un pacto social amplio y generoso, que escuche y acomode dignamente a los diversos segmentos de la ciudadanía. Urge dar voz a la sociedad civil para que busque caminos hacia la empresa común de la reconciliación y la reconstrucción nacional.
Dogmatizada al parecer a perpetuidad, la sangre de la sociedad cubana parece congelada, lo que le impide fluir adecuadamente. Prisionero de la arrograncia de la infabilidad del gobierno, los cubanos no han podido pensar ni expresarse sobre qué modelo de estado desearían tener, qué dirigentes deberían guiarles o qué políticas internas o externas, les marcarían su brújula como país democrático.
El apuntalamiento de este impúdico andamiaje lo provee la maquinaria oficial del control político: la Seguridad del Estado. Pueden y de hecho suelen ser amables, pero en mi ausencia han entrado a mis cambiantes lugares de residencia transitoria con la intención de hurgar en mis papeles. Ante esta maquinaria casi perfecta sucumben ideas y opiniones, y para quienes la operan el uso de la ley es selectivo y el respeto al derecho es una cuestión eventual. Se puede garantizar que aquí no hay desaparecidos, porque la maquinaria funciona a tal perfección que basta con su sagacidad, su penetración y su perspicacia para que todos los opositores sepan donde encontrarse.
Todo el mundo quiere cambios
No existe duda de que casi toda Cuba desea cambios. Este país dejó atrás hace rato el atiborramiento ideológico de la Guerra Fría cuando se buscaron apoyos de los comunismos postestalinistas. Crece cada vez más entre mucha gente un comportamiento menos doctrinario y los más valientes intentan un anclaje en el ideario martiano. Sin embargo, la oposición beneficia poco o nada de este nuevo sentir y sólo se la permite como curioso fenómeno mediático de cara al exterior, como una suerte de artículo para la exportación que paga el alto precio de su silencio interno. Esto también tiene que cambiar. Si no hay cambios fundamentales se corre el riesgo de que en vez de salvar algo del proceso, acabemos por perder la Nación. Llegue pues el oxígeno que necesita la isla. Háblese al fin del futuro que el país se merece.
Hacia un activismo civil
Recientemente, de manera extraoficial, se me ha dejado saber que mi estatus legal podría verse normalizado, poniendo fin a mi ambigua condición de "no persona". A pesar de mis reservas en este sentido, albergo una cierta expectativa razonable de que ello podría ocurrir muy pronto. Ya sea con Fidel o con Raúl; ya sea con Raúl y con Fidel, hoy reclamo que se me otorgue de una vez ese estatus, que se haga cuanto antes y que se haga con generosidad. Cuba necesita sentir cambios más allá del anuncio de la sucesión. Aparte de ser este un derecho que me pertenece como cubano que luchó por esta Revolución, el gobierno tiene, como garantes de validez, nuestra inquebrantable independencia política, ideológica y económica y el compromiso firme de luchar por una oposición independiente, pacífica y no desestabilizadora.
El gobierno debe saber que hemos inscrito varios centenares de compatriotas dispuestos para el activismo civil. Esta es una campaña a favor de un futuro con progreso. Para que todos los dolores se transformen en una sola alegría. En esta tarea afanosa la fe actúa como protagonista esencial. El día que ese activismo se hará palpable no está demasiado lejos. Estos tres años no han sido en vano. Hago una reiterada invitación a la reconciliación y a la generosidad de toda la familia cubana para que concluya con armonía lo que ha sido esta larga travesía en la historia.
Con fe en la Nación cubana. Por esta gente. Por esta tierra. Por Cuba. Por el cambio. Por Cambio Cubano.
Eloy Gutiérrez-Menoyo
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