LA TROMPETA DE TRUMP Y LA ESCOBA DE HILARIA (Respectivamente, medio de desinformación y transporte aéreo). Por Hugo J. Byrne. Dedicado a mis catorce descendientes americanos. No traigo buenas noticias.
Nuestro porvenir colectivo está en salmuera. El peor problema presente o futuro en Estados Unidos es ignorancia colectiva y no existe peor ignorante que quien se cree ungido de todo el conocimiento del universo. La mayoría de los ignorantes no saben que lo son, tal como las víctimas de la demencia o del Alzheimer. Al igual que estos últimos, los ignorantes irredentos no tienen conciencia del terrible mal que los aqueja. El Alzheimer puede tratarse, aunque hasta ahora no tiene cura. La ignorancia siempre ha tenido un infalible remedio a largo plazo: el aprendizaje. La manifestación más relevante de la idiotez multitudinaria es el fenómeno llamado “celebrity”, personaje que recibe exagerada atención pública debido a una habilidad específica y a quien por carácter transitivo, erróneamente atribuimos autoridad en todo lo demás. Muchos “celebrities” han pasado por la escena política, pero sin dejar huella positiva alguna. Como no hay regla sin excepción, quizás podamos separar a Reagan de esa dudosa compañía histórica. Dice el refrán español que más sabe el diablo por viejo que por diablo. No es que la vejez por necesidad entrañe sapiencia, o que no existan muchos jóvenes geniales y otros tantos ancianos súper alcornoques. De que abundan estos últimos no cabe la menor duda. Mi opinión es que los americanos de hoy son menos capacitados socialmente que los de hace cuarenta años, aún concediendo que los conocimientos especializados son ahora abrumadoramente superiores. Durante décadas la ausencia forzada de una real educación histórica, política y filosófica, ha erosionado la capacidad intelectual y la identidad nacional del norteamericano promedio. Sabiduría no es acumulación de conocimientos sino una actitud favorable a su aprendizaje y esta se desarrolla junto a la inteligencia entre la gente que se educa. Nuestra decadencia intelectual tiene muchas raíces, pero la más notable de todas es la ausencia de una educación adecuada. Algunos exiliados cubanos quienes tuvieron la ventaja de educarse, entienden que el primer conocimiento reside en el mecanismo intelectual llamado pensamiento. Decíamos que Félix Varela fue “el primero que nos enseñó a pensar”. A menos que no entendamos el idioma castellano, esa frase implica que el pensamiento es una habilidad que puede enseñarse y aprenderse. El famoso autor, humorista y maestro del sarcasmo, Mark Twain, decía que cuando él tenía diez y ocho años de edad apenas podía soportar la presencia de su padre, de tan estúpido que este último era. Twain agregaba sin embargo, que cuando alcanzó la edad de treinta, “era increíble lo que mi viejo había aprendido durante sólo doce años”. Estas reflexiones me asaltaron el día 6 de agosto del 2015, contemplando el debate de los diecisiete candidatos republicanos a la presidencia. No había tenido tiempo de analizar “los debates sobre el debate” por políticos y comentaristas, pues todo esto sucedió cuando disfrutaba de un breve paseo fuera de California. Sin embargo, ya estoy al día. Algunos se preguntan cómo es posible que Trump pueda mantener su preeminencia en las encuestas después de su perreta infantil contra los inquisidores en el panel de Fox. ¿Por qué la sorpresa? ¿Se sorprendieron los lectores cuando Obama fue electo presidente en 2008 y reelecto en 2012? En cualquier comunidad democrática el hedonismo más irracional puede convertirse en voluntad de la mayoría, si ésta es intelectualmente corrupta. El electorado americano contemporáneo no es lo que fue y en la tierra de los ciegos pueden llegar a reinanar los “blowhards”. Este neologismo del idioma inglés me recuerda a un cómico llamado Joseph Pujol, estrella de los cabarets de París a finales del siglo XIX. Pujol era más conocido en las tablas como “Le Petomane” (el pedorro) y tenía una habilidad artística muy singular. Este comediante, quien actuó una vez en el teatro Alhambra de La Habana, emitía por diferente orificio, acordes similares a los que produce “el Donald” en sus cuerdas vocales. La segunda definición de la palabra “trump” sin mayúscula, equivale a trompeta en el idioma inglés. Esa palabra es adecuada a la personalidad del “Donald” cuando se tiene en cuenta la incesante y vulgar verborrea del magnate inmobiliario. Especialmente su reacción histérica y malcriada contra todo aquello y todo aquel que lo contradiga. El señor trompeta no es capaz de entender las profundas diferencias entre las gentes. No entiende, por ejemplo, que no debía dirigirse a sus superiores intelectuales como Megan Kelly, Chris Wallace, Brett Baier y Carly Fiorina, en la misma forma soez que lo hace con su “alter ego” de la izquierda bocona, Rosie O’Donnel. ¿Sorpresas del hombre-trompeta? Ninguna. En un trabajo anterior listé las que estimo más importantes movidas políticas del Mr. trompeta, todas relacionadas con su considerable peculio. Éste lo invirtió en las campañas de pasados candidatos, cuyas agendas políticas no podían ser más disímiles (al menos en apariencias). El único denominador común entre todos ellos era el de ser beneficiarios económicos del señor trompeta. ¿Los compró? Quién sabe. Por lo menos trató y ellos se dejaron querer. Entre los huéspedes pagados asistentes a su boda incluyó a Hilaria Clinton, quien se apresuró a admitir que efectivamente, había asistido. Yo en el lugar de trompeta habría pagado a Hilaria para que no fuera. Dice Hilaria que disfrutó del entretenimiento: Dios los cría y ellos se juntan. Algo muy significativo en la mecánica del debate es que el señor trompeta fue muy injustamente favorecido con casi el doble del tiempo que el dedicado a sus competidores. Lejos de ser “emboscado” por el panel y maltratado según él, fue trompeta quien se tornó agresivo e insultante. Otros candidatos fueron bombardeados tan o más duramente, como el neurocirujano retirado Benjamin Carson, quien no sólo mantuvo su compostura, sino que fue capaz de sonreír e hilvanar algunas frases memorables. Marco Rubio lució sólido como de costumbre y le dio un buen ramalazo a la trompeta, recordándole que no hay cerca ni muralla capaz de impedir que un topo experto como (“Chapo”) Guzmán abra un agujero por abajo: en Estados Unidos hay suficientes leyes para impedir y castigar la inmigración clandestina y a quienes obtienen beneficio de ella. Mientras esas leyes no se apliquen, importará medio centavo cuántas nuevas se aprueben y cuántas murallas se construyan. Ted Cruz manejó su turno a la perfección, ganando el duelo verbal entre los últimos diez competidores, de acuerdo a mi criterio. Cruz ha denunciado la invasión de ilegales por la frontera sur desde mucho antes que trompeta fuera candidato, demostrando que los partidarios de trompeta no pueden distinguir la diferencia entre sus orificios anatómicos y el Vesubio. Carly Fiorina, quien fue candidata sin éxito a una senaduría por California en 2010, demostró enorme superioridad intelectual sobre sus seis contrincantes. En California los votantes decidieron rechazarla y mantener a Boxer en el Senado. También han elegido gobernador a Gerry Brown dos veces y si King Kong aspira como demócrata, también lo eligen. Fiorina podría literalmente demoler a Hilaria en cualquier debate y podría ser una fantástica Secretaria del Tesoro, o de Estado. ¿Quién “ganó” el debate? No voy a perder mucho tiempo con ese tema, pues la respuesta es bien evidente: los demócratas e Hilaria Clinton. Hilaria y, salvando lo imprevisto (todo es posible) también ganó la presidencia aún antes de iniciado el debate. Ganó Hilaria al anunciar trompeta, para todo aquel que entienda el idioma inglés, que aspira a la presidencia de cualquier forma y por su cuenta: “Si soy nominado por el Partido Republicano, prometo no aspirar desde un tercer partido”. (¡¡¡¿¿¿???!!!). Los efímeros terceros partidos y sus candidatos resultaron siempre derrotados, sólo redundando en adversidad nacional. Fueron mucho peor que “spoilers”. La candidatura de Teddy Roosevelt por el “Bull Moose Party”, hizo posible la derrota de un verdadero estadista como William Howard Taft y la elección desastrosa del rabioso racista y aspirante a dictador Woodrow Wilson. Durante la presidencia del soberbio y tiránico Wilson fue violado el “Bill of Rights” y especialmente la primera enmienda, con un abandono y una frecuencia a duras penas igualados por Obama. Durante el funesto mandato de Wilson se inauguró el “Infernal Revenue Service” y el Federal Reserve Board (el que a pesar de su engañoso nombre, es un organismo bancario internacional y privado). He escrito extensamente sobre el FRB. Debíamos saber a lo que nos condujo la candidatura de Ross Perot en 1992. De no haber sido por la infortunada decisión del diminuto empresario tejano (incapaz de superar su ojeriza contra Bush padre), quizás no tendríamos hoy que sufrir a doña Hilaria. El Partido Republicano tiene hoy entre sus muchos aspirantes presidenciales algunos de los más talentosos y brillantes políticos de su historia, al menos desde mediados del siglo XIX, pero quizás ninguno sea electo presidente esta vez. Hilaria Clinton probablemente aterrice en la Casa Blanca cabalgando en su escoba favorita. O hasta quizás el procomunista “Bernie Sanders” (“B.S.” para sus íntimos), Senador “independiente” por Vermont, quien aspira a la presidencia como demócrata. Nada es imposible para la ignorancia. Todo ello cortesía del señor trompeta y su gente.
hugojbyrne@aol.com
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