Raulismo o el caos Por Orlando Luis Pardo Lazo Diario de Cuba 11 de septiembre de 2014
Exembajador español en Cuba simpatizante de los Castro defiende el raulismo ante la lucha prodemocrática.
Un exembajador español en Cuba piensa en público a nuestro país más que el presidente autoimpuesto. Sus palabras son menos opacas que las de nuestros mudos ministros. Carlos Alonso Zaldívar ha concedido una entrevista ejemplar, recién publicada en internet. Nuestro jubilado ilustre también, como medio planeta hoy día, se trae una transición cubana entre manos.
Su justificación es estadística: en Cuba "nadie tiene una presencia comparable a la española, en ningún aspecto". Su injerencismo es interno, fraternal, de habitante habituado a los problemas pan-nacionales de la provincia perdida de Ultramar. No la Siempre Fiel, sino la siempre de Fidel isla de Cuba.
Hay allí en el Caribe —y se reproduce al por mayor gracias a la Ley de Memoria Histórica de Madrid— una "importante colonia de españoles" por proteger; además de unas "relaciones comerciales y económicas" por potenciar; y la "conveniencia de evitar un choque con Estados Unidos" que, en resonancia con la retórica apocalíptica del castrismo, pone al pueblo cubano entre la espada y la patria.
En efecto, para Carlos Alonso Zaldívar la "gran disyuntiva a que se enfrenta cualquier política respecto a Cuba" es entre una transformación pacífica de "continuidad institucional y personal" —léase, el modelo monárquico que imagina todo buen español—, y unos cambios radicales que, en lugar de erradicar la dictadura y devolvernos la democracia, solo podrían "generar inestabilidad y violencia".
Al parecer, nuestro verde olivo es amargo, pero es nuestro verde olivo.
Como si la sociedad cubana pudiera ser estable en el tiempo traumático de la Revolución. Como si la pacificación incivil de enero 1959 no siguiera en septiembre 2014 costándonos un mar de cadáveres. Como si la Seguridad del Estado no hubiera atentado contra la vida, por ejemplo, de Oswaldo Payá, muerto por causas casi naturales como el "representante con más talla moral" de una "oposición clásica" que "no trabaja con campesinos, obreros, estudiantes. No trata de organizar a los sectores descontentos de la sociedad, sino que se dedica a exportar crítica política contra el régimen, para generar fuera presiones más contundentes contra él. Por eso sus campos de actividad son las embajadas y agencias de prensa, y no los centros de trabajo o de estudio. Ese tipo de oposición vive de subvenciones de programas promovidos por los anticastristas de Miami, y no puede canalizar el descontento interno. De hecho, se está desvaneciendo".
Como si ese desvanecimiento, que por desgracia se verifica vilmente de la cárcel al exilio y al cementerio, no fuera precisamente porque nuestros activistas prodemocracia intentaron mil y una vez la vía pacífica y hasta legal para una transición ingenuamente soñada "a la española". Como si los comunistas cubanos —con la complicidad del resto de los partidos comunistas del capitalismo—, no gobernaran primero exterminando y después ilegalizando toda oposición, desde las comunas republicanas a la cañona hasta los campos de castigo del Tercer Kim.
Por favor. Es vergonzosa la investidura de embajador cuando se emplea con el cinismo de un embarajador.
Como coda o acaso joda, Carlos Alonso Zaldívar se atreve a "reivindicar que esa política formulada por España hace 10 años se está mostrando acertada, aunque todavía dista de haber alcanzado sus objetivos". Es decir, la política del pasito a pasito, de pasarle la mano al déspota para no importunarlo para peor. La política del despacito, hasta perpetrar el futuro fósil de los cubanos, cuando dentro de otra década decadente nuestro Caudillo —en rigor, El Caballo— por fin caiga y sea incinerado entre la Sierra Maestra y el Palacio de La Moncloa.
Semejante falta de respeto a la voluntad ciudadana, así en la Isla como en el exilio, lo llevan a postular para entonces a Miguel Díaz Canel, con el apoyo de un MININT que "funciona muy bien", un ejército como "árbitro de hecho" por su "prestigio y el poder", más un toque de tolerancia totalitaria encarnado en Yoani Sánchez, que sin ser miembro de organización opositora alguna, Carlos Alonso Zaldívar la postula por encima de quienes aún pretenden —así pierdan esta pelea— un cambio real de régimen.
Sabemos, por desgracia, que la Unión Europea "terminará eliminando la Posición Común", pues a nadie le conviene creer que el clan Castro "sea ni remotamente el gobierno más abyecto del mundo". "Fidel respalda los cambios que ha emprendido su hermano, y así les da una legitimidad ante los sectores más reacios del cambio". Solo que "Fidel se siente incomprendido".
Y es lógico, porque el compañero en jefe "opera sobre todo con una visión ético-religiosa. Fidel no tiene como objetivo mantener el poder per se. […] El poder para Fidel es un instrumento para organizar comunidades con valores y comportamientos alejados del individualismo consumista occidental. Fidel está más cerca de San Ignacio de Loyola que de Aznar o Lenin. A Fidel, Cuba se le queda pequeña y, como San Ignacio, pretende que sus valores cobren vida en otras partes del mundo. Primero lo intentó con guerrillas, hoy lo hace con médicos. Y Fidel, lo que nadie esperaba, ha demostrado que es capaz de ceder su poder al darse cuenta de que había chocado con sus límites, como hizo San Ignacio".
Bienaventurados los marxistas, porque ellos poseerán la tierra.
Cuídate, embajada, de tus propios embajadores.
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