Jaime Ortega, la Iglesia y Oswaldo Payá: Rescatar la palabra profética y liberadora. Por Edell Escalante*.
Unos versos del cantautor, Joaquín Sabina, ilustran con precisión, la crisis que de hace unos años acá arropa a la Iglesia cubana, sobre todo en su jerarquía:
En tiempos tan oscuros nacen falsos profetas y muchas golondrinas huyen de la ciudad, el asesino sabe más de amor que el poeta y el cielo cada vez está más lejos del mar. (Siete Crisantemos. CD. Esta boca es mía. 1994)
La Homilía de "Su Eminencia Jaime Ortega Alamino", en la Misa de Exequias de Oswaldo Payá Sardiñas, nos ubica en el centro de la crisis del profetismo de la Iglesia cubana actual. Una Iglesia cansada, trasnochada y sin posibilidad de ser ella misma. No camina con su pueblo como esperábamos después de aquel aggiornamento al que nos invitaba Juan XXIII, tampoco creo que sus acciones en los últimos años hayan sido para revitalizar la esperanza de los cubanos y cubanas con la requerida voluntad de servicio y sacrificio que se propone en “El amor todo lo espera” (Carta Pastoral del año 1993).
Por estas razones la Iglesia cubana sufre lo que yo llamo, la pérdida de la vocación de Jeremías: la pérdida de la Palabra. Para Jeremías profeta de Israel, el centro de su vocación y encuentro con Dios que llama, es la Palabra. La Palabra hace, crea, recrea, unge y es la oportunidad que nos permitimos de poder ser capaces a través de ella, de prefigurar una existencia mejor, más digna, donde el futuro es realidad que nos compromete y nos ocupa desde la misión a la que hemos respondido con un Sí. El Sí de Oswaldo Payá; que aún sin entender muchas cosas, apostó siempre por caminar con el pueblo, del cual hoy es mártir, con la eticidad crítica que se pregunta por los otros y asumiendo una responsabilidad frente a las injusticias. Oswaldo fue la Palabra hecha historia, que no encontramos en la Homilía.
La Homilía ha sido un brochazo, “prudente”, por la vida de Oswaldo Payá Sardiñas, pero una prudencia que no es fronesis. No se percibe el acuerdo con la realidad para cambiarla, ni deja clara la postura. En un primer momento encontramos una catequesis de la muerte cristiana, luego una sección de anécdotas hasta cierto punto irrelevantes. Se puede salvar la cita del Papa Benedicto XVI, en su despedida en Ciudad de La Habana, en marzo del 2012, cuando invita a los cubanos y cubanas: “Que nadie se vea impedido de sumarse a esta apasionante tarea por la limitación de sus libertades fundamentales, ni eximido de ella por desidia o carencia de recursos materiales… descubran el genuino sentido de los afanes y anhelos que anidan en el corazón humano y alcancen la fuerza necesaria para construir una sociedad solidaria, en la que nadie se sienta excluido”.
Otro detalle altamente sospechoso, es que no aparece por ningún lado en esta Homilía la Patria. Todos sabemos que la vida de Oswaldo Payá, estuvo al servicio de ella. Por eso se impone, rescatar el sentido de la Patria. Patria: es el odio invencible a quien la oprime, es el rencor eterno a quien la ataca.
Nuestro José Martí nos invita a volver a las raíces, para que tal amor despierte en nuestro pecho el mundo de recuerdos que nos llama a la vida otra vez. Esa es la misión del profeta olvidada por la Iglesia: destruir, demoler, para crear lo nuevo. No es una vocación para el inmovilismo. Es la vocación de la esperanza que pronuncia la palabra creadora, que no cabe en moldes antiguos.
*Edell Escalante Licenciado en Filosofía y Humanidades y Psicología.
CID
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