Alerta. Por Julio César Gálvez. Sección: Una isla perdida en el mar.
Pasada la medianoche el timbre del teléfono me sobresaltó y me hizo dejar a un lado el libro que tenía entre mis manos. La noticia que me acababan de dar me impacto. Era algo inesperado aunque no impensado. Todo estaba dentro del cálculo de las probabilidades. En más de una ocasión lo habían amenazado de muerte, al igual que a muchos otros hombres y mujeres disidentes destacados dentro de la isla. Los hechos habían ocurrido casi a la hora del Ángelus. Esos momentos en que el cielo se mezcla de tonos ascendentes y descendentes entre el ocre, el negro, el oro brillante, el azul marino y el celeste, que se van extendiendo en lontananza como una alfombra protectora, para descargar sobre nosotros toda la energía positiva que nos llega desde las alturas que nos permita acompañar nuestros sueños terrenales. Volví a preguntar por los hechos que me acababan de informar. Me reafirmaron la noticia. La última vez que hablé frente a frente con él, fue al finalizar una conferencia de prensa en casa de Elizardo Sánchez, poco antes de los arrestos de la Primavera Negra del 2003. Conversamos de diversas cosas en el poco tiempo del que ambos disponíamos. Como nos habíamos conocido en 1968, cuando a bordo de un tren Carahata, camino de Camagüey, custodiados por soldados y milicianos armados de metralletas checas y fusiles R2, nos llevaron a campamentos de trabajo forzados de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción, UMAP, ya en fase de cambio de nombre pero no de funciones. De los derroteros que la vida nos había impuesto y de los sueños de futuro a los que aspirábamos. De como es el día a día de quienes se enfrentan a los regímenes totalitarios e intransigentes sin detenerse a pensar en los peligros personales que puedan acechar. Oswaldo Payá Sardiñas estaba amenazado de muerte. Recientemente su viejo VW, en que viajaba con su esposa Ofelia y su hijo varón fue embestido en plena Calzada de Rancho Boyeros, del que salieron con vida, a pesar de quedar con las cuatro gomas al aire. Era uno de los líderes principales de la disidencia contra el régimen totalitario dentro de Cuba. En los últimos tiempos su discurso era más fuerte y contundente, incluso, hasta con las propias autoridades eclesiásticas cubanas, que lo habían abandonado en sus proyectos pacíficos y civilistas por la libertad y la democracia para todos los cubanos. Exigir a las autoridades cubanas una verdadera aclaración de los lamentables hechos que costara la vida a Oswaldo Payá Sardiñas y al joven Harold Cepero, es justo, necesario y legal, pero es como arar en el mar conociendo la forma de actuar hipócrita y mentirosa de los gobernantes cubanos. La investigación se demorará eterna en el tiempo favoreciendo a quienes fraguaron la forma de eliminarlo. Payá estorbaba, tanto para los planes de los generales de la nomenclatura cubana, como para parte de la alta jerarquía de la Iglesia Católica, quienes veían amenazados sus privilegios y sus prebendas. Quizá estorbaba a ambos por igual. Las contradicciones en las informaciones publicadas en la prensa de todo el mundo acerca del supuesto accidente, solo permite afirmar la total falta de escrúpulos y respeto por la dignidad y los derechos humanos de las personas, por parte del régimen de La Habana. Ahora lo principal es proteger la vida del resto de los líderes de la oposición interna dentro de Cuba. Ya el régimen pasó de las largas condenas de prisión contra quienes no comparten criterios a las amenazas directas, las golpizas en medio de la calle y al asesinato de Estado a plena luz del día. Son los síntomas de los estertores de la agonía de una dictadura que desfallece por día. Es el momento de cerrar filas por encima de criterios personales o partidistas para acabar con el oprobio y el horror. El pueblo cubano tiene la palabra.
Julio César Gálvez
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