Ilusiones perdidas. Por Julio César Gálvez. Sección: Una isla perdida en el mar.
Nuevamente las turbas castristas han arremetido contra las Damas de Blanco. Cerraron el tránsito de vehículos y personas en la concurrida calle Neptuno, en el mismo centro de la ciudad de La Habana. Acosaron y hostigaron durante tres días a más de treinta mujeres, para impedir la realización de un encuentro literario y la celebración del Día de los Padres. El paso por el lugar estaba bloqueado para todos, menos para las Brigadas de Respuesta Rápida, dueñas del lugar, con sus rugientes gritos ofensivos de ¡ Prostitutas ¡, ¡Mercenarias¡ y las repetidas amenazas de ¡Las vamos a machetear¡, y al que no le guste, ¡que se vaya pa’ mayami¡.
Estos actos de repudio pueden ocurrir un miércoles, un jueves o cualquier otro día de la semana. Tanto a la salida de una iglesia católica, tras orar por la salud y la vida de quienes se debaten en agonía tras las rejas del presidio por clamar con dignidad, la libertad y la democracia para la isla donde nacieron; como al tomar un transporte para trasladarte de una provincia a otra; asistir a una reunión de padres de la escuela de tu hijo; celebrar una fecha de conmemoración social o patriótica; sentarte en el inodoro de tu casa a orinar o acudir al cuerpo de guardia de un hospital al presentarse una dolencia repentina. Ahí están los hombres y mujeres de la policía política fisgoneando cuanto movimiento haces para tratar de hacerte la vida imposible. Un yogurt, como se dice en buen cubano.
Nada nuevo para quienes todos los días se encuentran frente a frente con la verdadera cara del castrismo sanguinario y represor. Los hechos ocurren una semana justa, después de que sostuvieran un encuentro con el Cardenal Jaime Ortega Alamino, el cual Berta Soler, portavoz de las Damas de Blanco, señalara como positivo, al ser entrevistada a la salida de la sede del arzobispado.
Desconozco lo hablado por ambas (partes) durante el encuentro, pero todo fue pura fachada. Ortega las recibió para halagarse a sí mismo en su eterna vanidad, oír, soplar y comentar al oído del general, después. Las Damas de Blanco, esperanzadas quizá en un supuesto gesto honrado del jerarca de la Iglesia Católica Cubana, de que intercediera ante el sucesor de la dinastía castrista, para acabar el acoso y la represión contra mujeres indefensas y pacíficas, durante la celebración de sus actos.
Tiempo perdido el de Berta y sus acompañantes. Nada ha cambiado ni va a cambiar mientras exista un solo descendiente de los Castro Ruz en este mundo. Ya los tiempos de hablar, conversar y dialogar se esfumó. La intransigencia de los viejos generales no quieren, no les da la gana de escuchar a nadie hablar de ningún tema que no sea el que ellos propongan. Total ellos toman Chivas Regal en lugar de té, se confiesan ante las imágenes de los sanguinarios San Lenin y San Ché –al que están tratando de encumbrar nuevamente ante la depauperada imagen de Fidel Castro-, disfrutan de la literatura pornográfica y se cagan en el Día de los Padres, pues ellos no tienen madre.
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